Amapolapágina 1 / 2
Erase que se era una aldeanita como un pino de oro. Su madre se miraba en ella, y su abuela la llevaba en palmas, y le traia las pajarillas volando.
Donosa estaba la niña con su monterita roja, regalo de la abuela, y sin duda por el color de la montera, todas las gentes del pueblo la llamaban Amapola.
Un dia que su madre hizo tortas, le dijo:
—Anda, vete á casa tu abuelita á ver cómo se encuentra, pues me han dicho que estaba enferma. Llévale una torta y un tarrito de manteca.
Amapola echó andar hácia casa su abuela, que vivia en un lugarejo circunvecino. Al pasar poe el bosque, cata ahí que te me encuentra al señor Lobo. Maese Lobo muy bien queria comérsela; mas no se atrevió, porque á corta distancia estaba trabajando un leñador. Preguntó el Lobo Amapola á dónde iba, y la inocente muchacha, que ni por pienso podia barruntar cuán peligroso era el dar oídos un lobo, le contestó con candor:
—Voy á casa mi abuelita llevarle de parte de mi madre esta torta y este tarro de manteca.
—¿Vive léjos tu abuela? preguntó el Lobo.
—¡Vaya si vive! exclamó Amapola: allá al otro lado del molino que se descubre junto la primera casa del pueblo.
—¡Que me place! añadió el Lobo. Cabalmente yo habia pensado ir á visitar tu abuela. ¡Ea! coge tú ese camino, que yo ir por esotro. A ver quién llega ántes.
El Lobo, más listo que Cardona, tomó el camino más corto, y Amapola piau piano fué siguiendo el más largo, entretenida en coger avellanas, en correr tras las mariposas, y en hacer ramilletes de florecilas silvestres.
En un volver de ojos llegó el Lobo casa de la abuela, y llamó la puerta. Tras, tras.
—¿Quién?
—Soy yo, soy Amapola; dijo el Lobo fingiendo la voz. Abre, que de parte de mi madre te traigo una torta y un tarrito de manteca.
La buena de la abuela, que por hallarse indispuesta guardaba cama, contestó gritando: