La hermosa en el bosque encantadopágina 2 / 10
Llególe el turno á la vieja, y moviendo la cabeza y venciendo el enojo á la vejez, dijo que la princesa se traspasaria la mano con un huso, de resultas de lo cual moriría. Este don funesto heló de espanto á todos los circunstantes, y no hubo uno solo que no derramase amargas lágrimas. En esta sazon salió de detrás de los tapices la jóven hada que debia ser la última, y dijo en alta voz las razones siguientes:
—¡Oh rey! ¡oh reina! cálmese vuestra afliccion: no morirá de este mal vuestra hija: no me es dado deshacer completamente lo que ha hecho la vieja: la princesa se traspasará la mano con un huso; pero en vez de morir, quedará sepultada en un profundo letargo por espacio de cien años, al cabo de los cuales vendrá á despertarla el hijo de un rey.
Deseando el rey evitar por todos los medios imaginables que se cumpliesen las predicciones de la vieja, mandó publicar un decreto prohibiendo bajo pena de la vida hilar con huso y guardar ó poseer huso ninguno de cualquier naturaleza y condicion que fuese.
A cosa de unos quince ó diez y seis años, habiendo salido un dia el rey y la reina á una de sus posesiones de recreo, hizo Pitillas que recorriendo la princesa todo el alcázar, y subiendo de piso en piso, llegase hasta lo más alto de la torre del homenaje, y en un pequeño desvan encontrase á una vieja que sola solita estaba hilando con su rueca.
La buena de la anciana no tenia la menor idea del real decreto en que se prohibia hilar con huso.
—¿Qué es lo que estais haciendo, buena mujer? dijo la princesa.
—Estoy bilando, hermosa mia, contestó la vieja, que no la conocia.
—¡Ay, qué bonito! exclamó la princesa ¿Cómo se hace? trae acá; quiero probar si tambien sé hacerlo.
Apénas tuvo el huso entre sus manos, como era tan viva de genio y algun tanto atolondrada, y como por otra parte así estaba decretado por las hadas, se traspasó la mano y cayó sin sentidos. La buena de la vieja, sin saber qué hacerse, empezó á gritar pidiendo socorro: acuden gentes de todas partes, echan agua y más agua en el rostro de la princesa, desabróchanle el vestido, golpéanle las manos, frótanle las sienes con agua de Colonia; pero nada nada puede volverla en su acuerdo.